17.9.07

Capítulo 69º, Restaurante Carlos III, de Guarromán.




La Orden de los Caballeros de la Cuchara de Palo ha celebrado su capitulo número sesenta y nueve en el recién inaugurado Restaurante Carlos III, de Guarromán, que regenta el joven restaurador Victoriano Hernández, y que tiene como chef al cocinero Manuel González Rubio. Con tal motivo, en esta ocasión, los miembros de la Cuchara de Palo degustaron un menú con raíces históricas al rememorar en él la cocina de palacio del rey Carlos III, que no sólo le da nombre al restaurante visitado, sino que fue el fundador de Guarromán y del resto de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, en el que se puso de manifiesto el maridaje gastronómico del aceite de oliva, en este caso el picual virgen extra Castillo de Canena, y del vino, un crianza Ribera del Duero de la bodega Pagos de Quintana, en la recreación, entre otros platos, de una pipirrana tradicional de Sierra Morena a la que se dio el nombre de sueños de verano al vino tinto. (Foto de Silverio Fernández)





Lo que comía el rey Carlos III, según nos cuenta el marqués de Fernán Núñez, su gentil hombre de cámara:


"Dos vasos de agua templada y con vino de Borgoña bebía al comer, cada uno en dos veces, y de la primera llegaba siempre al fin de las armas Reales que tenía el cristal grabadas: a los postres mojaba en una copa de vino de Canarias dos pedacitos de pan tostado. Por la noche, después de una sopa, tomaba algo de asado, generalmente de ternera, un huevo fresco pasado por agua, ensalada con agua azucarada y vinagre, un poco de fruta, y la copa de vino de Canarias en que mojaba el pan á medio día. Habitual capricho suyo era, ya apurado el huevo, poner hacia arriba en la huevera, muy alta, como de las antiguas, la parte de la cáscara no abierta, y descargarla tan atinado golpe con el mango de la cucharilla, que esta quedaba perpendicular sobre aquella especie de promontorio; y en retirarlo tenia que hacer pruebas de buen pulso el gentil-hombre de servicio, para librarse de la zumba que ocasionara su torpeza. Singularidad no menos constante ofrecía á mitad de cena la entrada de los perros de caza, á los cuales repartía pan y rosquillas el capitán supernumerario de guardias, marqués de Villadarias, apoyándose en una mesa, para que no le hicieran dar la vuelta redonda; fracaso que precavía á la par, látigo en mano, D. Francisco Chauro, antiguo jefe del Guardarropa."

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